Durante mucho tiempo, la etapa de Educación Infantil ha tenido que trabajar mucho para ser reconocida como una “etapa educativa única, organizada en dos ciclos, con identidad propia, que contribuye al desarrollo integral de los niños y niñas en colaboración con sus familias, proporcionándoles un clima i un entorno de confianza”, tal como recoge la  Ley 12/2009, del 10 de julio, de educación.

Las personas que llevan a cabo su tarea profesional y educativa en los centros de educación infantil tienen  integrada la necesidad de justificar pedagógicamente su proyecto, metodología y cada propuesta de actividad, ya que demasiado a menudo se han enfrentado a la incomprensión de una sociedad en la que prima la producción y el academicismo. Pasar del concepto de enseñar al de acompañar en el proceso de desarrollo y aprendizaje ha requerido tiempo, esfuerzo y argumentos.

Y en este camino, han tenido un peso importante los equipos educativos al completo, tanto el equipo de educadoras y maestras referentes como el equipo de educadoras de refuerzo.

Si ha sido complicado el camino hacia el reconocimiento de la función educativa y social de la escuela infantil, lo ha sido y lo es también de las educadoras de refuerzo y su labor.

Las educadoras de refuerzo, profesionales formadas y preparadas (TEI, maestras, pedagogas…), son un pilar para la atención educativa de calidad a los niños y niñas.

Son las personas que reciben a las primeras familias que llegan a la escuela, usuarias del servicio de acogida. Son el Buenos días, y la primera sonrisa. Recogen las inquietudes y las alegrías, y son el puente de comunicación con la educadora referente.

Son los brazos que acunan al pequeño más madrugador, que quizás llega todavía adormecido, a quien prepara el desayuno y acompaña durante este primer momento de la comida, tan educativa como la de mediodía, tan importante como cada momento en la escuela.

En la estancia, a lo largo de la jornada, trabajan en equipo con las educadoras referentes, multiplican las manos que organizan, preparan, recogen, abrazan, acunan… y también los ojos que observan a cada criatura, la voz que canta, narra, verbaliza, consuela, sonríe…

Se adaptan continuamente, a cada niño y niña, familia, y educadora referente; a cada situación, momento y manera de hacer. Y lo hacen en un equilibro constante entre la iniciativa y la injerencia. Entre aquello que se puede valorar como una virtud o como un defecto. No es fácil.

Su labor y mirada pedagógica, de acuerdo con el proyecto educativo del centro, se integra y se complementa con la del resto del equipo. Son partícipes de la actividad y acompañamiento a los niños y niñas, pero también lo deberían ser de los procesos previos en los que se concretan las propuestas; así como del cierre, compartiendo observaciones, matices y miradas diversas.

Y cambian pañales, sí. Y acompañan a los niños y niñas en la adquisición de su autonomía, también, en cada actividad de cuidado, cada hábito de higiene, alimentación, descanso… Ninguno de estos momentos es banal ni menos merecedor de valor educativo que cualquier otro de los que suceden en la escuela.

Por todo ello, hoy queremos poner en valor y dar visibilidad a la labor de los equipos de refuerzo educativo 0-6, conscientes de que queda mucho camino por recorrer.

Dedicado a todas aquellas personas que siendo refuerzo, hacéis escuela.

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